Resistiendo la inmediatez

Al comenzar este breve texto tengo la impresión de que esta petición para hacer una selección de lo que he estado leyendo, viendo o escuchando online últimamente remite a un momento, no muy distante en el tiempo, en el que la información en línea generaba aún un hipertexto útil para los navegadores de la red. Me refiero a aquel momento dorado de los blogs y las publicaciones digitales escrupulosamente seleccionadas y colocadas en el cabecero del ordenador. La crítica online vivió sus días de gloria pero estos ya pasaron. Recientemente me he sorprendido al ver que toda una serie de artículos y ensayos que un día publiqué en una revista digital se han esfumado sin dejar rastro alguno. Al menos en papel quedaba el recorte para el archivo. La información gira ahora sobre un principio de inmediatez mucho más directo, plano e instantáneo. Como un usuario más de las redes sociales, la voracidad para absorber “contenido” no se compensa con una gratificación duradera; todas esas horas malgastadas sin productividad ni beneficio y que se pierden sin remedio por mucha  información que registremos a través del rabillo del ojo.

El consumo es ahora muy fuerte y mucha producción se crea con inmediatez. Para contrarrestar este inabarcable y tal vez inevitable flujo genérico e indiferenciado procuro tener siempre libros a mano. Cargo con ellos de un lado para otro y más que leerlos los uso. Suelen ser catálogos de exposiciones y libros de teoría crítica. Me fijo en las novedades de la editorial Verso. Estos últimos meses he estado leyendo Immediacy or, The Style of Too Late Capitalism, de Anna Kornbluh. Para esta autora la mediación ha sido eliminada debido a una aceleración de la esfera de la circulación convertida en el factor dominante del proceso de valorización del capital. Se refiere ahí a un nuevo “estilo” en la producción cultural, en arte y literatura; cuando por ejemplo toda presentación es personalización, el contenido último es uno o una  misma o cuando la experiencia inmersiva triunfa sobre la idea. Otros síntomas de esta inmediatez son el narcisismo de las redes sociales, el decline de la novela y el auge de la autoficción, la escritura cada vez más aforística, el vídeo como medio último (y las series en streaming cada vez más cortas) por no hablar de lo que la instantaneidad supone para la crítica.

Otro libro publicado por la misma editorial anglosajona que pasea los lugares que habito es With and Against. The International Situationist in the Age of Automation, de Dominique Routhier. Se trata de un original y pormenorizado estudio de la relación de la Internacional Letrista y la Internacional Situacionista con la robotización y la tecnología en los comienzos de la era cibernética. Una relación ambivalente, como sugiere el título. El libro brilla por la exhaustividad de su investigación y la forma en la que el autor combina, sin oponerlos, historia del arte y pensamiento político. De manera irregular también he estado leyendo sobre cuestiones espaciales, a Henri Levebvre y a Kristin Ross. Tengo el libro Constant. Nueva Babilonia. [La utopía de la ciudad ideal en el siglo xx] (Cátedra) sin empezar. Estas lecturas no tienen un provecho inminente y las leo muy lentamente. Para evitar el deterioro del manoseo protejo los libros con forro, rutina tremendamente relajante.

Mis hábitos de lectura varían según la hora del día. Me sucede, cada vez más frecuentemente, que leer teoría, crítica y libros de actualidad tienen un efecto contraproducente en las horas previas al sueño. Por eso procuro colocar en la mesanoche libros literarios que conduzcan al relajo y no a la actividad mental. Ahora mismo ese lugar lo ocupa el mamotreto titulado La estación de la calle perdido de China Miéville (La Factoría de Ideas), un escritor de weird fiction cuyo lenguaje disfruto por su riqueza de léxico e imaginación desbordante.

            Respecto a las series de TV después de Succesion el vacío es muy grande. Soy incapaz de ver series por simple entretenimiento. Las series que no me enganchan me aburren y pierdo el hilo rápidamente. Las salas de cine me han proporcionado por otro lado algunos buenos momentos, con La zona de interés de Jonathan Glazer, y Segundo premio, la película de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez sobre el grupo granadino Los Planetas. Me llama la atención al respecto las críticas de las películas cuando se estrenan en salas, y luego las opiniones sobre la misma película en redes cuando sale en plataformas, como si la experiencia visual y sonora en la sala no fuese relevante y únicamente importase el “contenido”.  

Estos artefactos culturales mencionados aquí un poco de pasada y sin ánimo exhaustivo sirven para combatir, a mi manera, la sensación de apremio e inmediatez. Son objetos de un consumo cultural que es también intelectual y cognitivo, pero que no deja de ser consumo.