«Sin tiempo que perder» podría haber sido el mantra de Guadalupe Echevarria, si es que ella hubiese considerado tener un mantra. Pero si hay algo que la caracterizó y que fue el conducto de su vida profesional como comisaria de exposiciones, programadora de festivales, escritora, directora de una escuela de arte, es que le molestaban las fórmulas, la repetición, volverse un cliché de sí misma. Inclusive durante los muchos años que estuvo en la cabeza de la Escuela de Bellas Artes de Burdeos (1991-2013) logró mantener la escuela en un estado de permanente invención y reinvención por más de dos décadas; un verdadero laboratorio de investigación artística y pedagógica siguiendo el paso, o inclusive por delante de un mundo cambiante y galopante. El antónimo exacto de una conservadora, más aún, un antídoto de una, inspiró a innumerables personas, artistas, comisarios y comisarias, educadores y educadoras, etc. como muy pocos lo han hecho. Guadalupe Echevarria falleció el pasado junio en Donostia donde vivía desde 2013. En esta entrevista con ella, llevada a cabo por la crítica de arte Miren Jaio y el artista Daniel Llaría, que había sido publicada en el primer número de la revista AMA de Artium Museoa, se redibuja la biografía de Echevarria, desde sus comienzos en el Festival Internacional de Cine de San Sebastian y el Festival de Videos Musicales de Vitoria-Gasteiz a sus proyectos más recientes. Habla de una vida excepcional en las artes, que se ha escrito y bailado como una canción de punk, como era de esperarse, su género musical favorito.
Thomas Boutoux