En febrero de 2023, la comisaria Filipa Ramos dio una conferencia en Artium Museoa, en el marco de la serie Los Futuros del Museo. En vez de especular sobre el devenir de la institución, su conferencia giró en torno a una futura exposición colectiva que estaba preparando junto al comisario Juan Luís Toboso para la Galeria Municipal de Oporto. La exposición, titulada Norte silvestre y agreste, sería el resultado de una exploración de un año de la región noroeste de la Península Ibérica, examinando específicamente cómo los ciclos y cambios meteorológicos, mitos e historias, ritmos, colores y formas configuran la región en toda su realidad y ficción. ¿Cómo podía una exposición, se preguntaba en su conferencia, rastrear una identidad que evoluciona constantemente y mapear un territorio que se compone tanto de personas como de animales, plantas, elementos y minerales? Una pregunta que hallaba profundas resonancias en nuestra propia reflexión acerca del País Vasco.
Dado que una exploración de este tipo tiene un carácter abierto e infinito, hemos hablado de nuevo con Ramos y Toboso unos meses después de la inauguración de la exposición en Oporto para que compartan con nosotros, para AMAonline, sus reflexiones posteriores al proyecto. Dichas reflexiones se han materializado en un ensayo de Filipa Ramos y un poema de Juan Luís Toboso. Publicamos, además, esta nueva entrega de «Sin tiempo que perder» mientras se presenta en Normal (Universidad de A Coruña) la continuación de la exposición Un norte silvestre y agreste, con el título Fío do Norte (del 17 de octubre de 2024 al 31 de enero de 2025).
¿Colón, una dama gallega?
El título Norte Silvestre e Agreste surgió de forma encubierta y solo se hizo público de manera accidental. Era el nombre que le había dado a un documento de Word donde guardaba y describía las referencias artísticas, topográficas y geográficas de la investigación que compartía con Juan Luis Toboso sobre la imaginería artística del noroeste atlántico ibérico. Era un título con muchas dudas e incertidumbres. Para una lisboeta como yo, el norte de Portugal se presenta como un territorio cerrado, sombrío, rural y conservador. Estos son los tópicos de quienes no saben mucho y tampoco tienen tiempo para imaginar, heredadas por transmisión familiar y referencias televisivas interesadas en reforzar ideas genéricas para que todo siga igual que siempre. La idea de bautizar este proyecto Norte Silvestre e Agreste fue un chiste privado que tenía más que ver con mis prejuicios y estereotipos que con la realidad que estaba descubriendo. Más allá de dichos clichés, la investigación de Norte Silvestre e Agreste vino dada por preguntas y referencias muy concretas: ¿qué define la escena artística y contemporánea de un territorio que se expande más allá de fronteras e identidades nacionales? ¿Cómo caracterizamos los denominadores comunes de la vivacidad creativa, expresados entre el cine, el arte contemporáneo, la performance y los espacios autogestionados que se sitúan entre el río Duero y el Atlántico gallego? ¿Cómo identificar el carácter del noroeste ibérico en su relación con el medio ambiente —la meteorología, el clima, el tono— y con estados de ánimo de seres y cosas basados en un movimiento progresivo y un deseo de mirar hacia delante?
Las posibles respuestas a estas preguntas surgieron a través de las personas, los lugares, las imágenes, los sonidos, las obras de arte y los gestos creativos que dieron forma a ese documento titulado Norte Silvestre e Agreste. Estas respuestas aparecieron sobre la marcha, durante los viajes que Juan y yo hicimos juntos por las carreteras y autopistas que conectan Oporto con Lugo, el Duero litoral con Galicia, viajando por los meandros a los que nos condujeron artistas, cineastas, poetas, permaculturas, hierbas, lobos, gatitos y caballos salvajes. Por el camino comimos tortillas de patata muy poco hecha y queso de San Simón, alimentándonos de lo que nos ofrecían las tierras de Galicia. Confirmando y sobrepasando nuestras expectativas, encontramos un denso tejido creativo y cultural, muy enmarañado y difícil de describir de manera lineal. Descubrimos que los lugares crean colectivos y no al revés, como en el caso de Cem Raios T’Abram, un grupo de (entonces) jóvenes artistas de Oporto que se juntaron en Pitões das Júnias, hicieron una película memorable y después siguieron distintos caminos. Que el movimiento de la nueva escultura gallega, NEG, es al mismo tiempo farsa y realidad, en su deseo de unir experiencias, intereses y estados de ánimo de una serie de artistas que se hacían llamar NEG casi de forma irónica, en respuesta a la jerga periodística que inventa movimientos partiendo de la identificación de sensibilidades comunes (a pesar de la diversidad de sus visiones, como ha ocurrido con el nuevo cine gallego). Que el éxodo urbano no es una ilusión creada por las redes sociales, sino una realidad, tan poética como dura, de artistas y distintas figuras que han decidido crear un hogar o volver a un lugar del que no proceden, con el fin de establecer una conexión más profunda y creativa con la tierra. Que «comunidad» es un término de moda que no siempre sirve para describir prácticas autónomas y autóctonas que, aun cuando tienen un anclaje, se enfrentan a territorios que han sido deconstruidos y alienados por falta de interés político, económico y simbólico. Que el norte, antes incluso de ser silvestre y agreste, es un territorio estratificado, heterogéneo y plural.
Entre estos descubrimientos tuvimos cuidado de evitar la saudade y la nostalgia, sentimientos que paralizan la creatividad e impiden la transformación. La nostalgia ha sido una y otra vez objeto de apropiación por parte de los fines más diversos, desde la política hasta el turismo y la gentrificación, que se apoyan en maniobras de auto-exotismo y apropiación cultural para promover entornos y tendencias pintorescos y «genuinos». La saudade, sentimiento de exportación de la identidad lusa por excelencia, rara vez cumple del todo con su función proyectiva, su deseo de llegar al futuro. Se ha convertido principalmente en una forma de revivir y celebrar un pasado más folclórico que real. Al ser «silvestre y agreste», el norte se define también a sí mismo, resistiendo con su opacidad y permaneciendo incomprensible ante la proyección e instrumentalización de su identidad natural y cultural. Esta experiencia resultó especialmente evidente con relación a Cabria, de Diego Vites, que inicialmente era una estructura de madera utilizada en Muxía (Costa da Morte) para el secado tradicional del congrio y que el artista transformó en objeto expositivo. En su interior y a su alrededor, pasado, presente y futuro, realidad y delirio, artefactos y objetos encontrados coexisten en el caos y la armonía. Los retratos de la genealogía patriarcal del artista, pintados al óleo, coexisten con el festivo espíritu queer de la performance musical de Mouræ, alter ego de Lois Búa, quien distorsiona y reinventa las canciones folk de Muxía conforme a la identidad de su personaje mítico-queer del duende. El grupo de hombres serios y taciturnos coexiste también con las pequeñas figuraciones animistas que moldea Alejandra Pombo Su con tonos fluorescentes y purpurina, y con la documentación especulativa sobre el origen gallego de Cristóbal Colón, reproducido como facsímil por Vites e impreso sobre grandes cojines colocados en el soporte de la cabria.
Puede que Colón fuera gallego, e incluso más cosas. En 1975, la periodista María Dolores de la Fe declaró en directo en la televisión española que estaba convencida de que Colón era una mujer. Además de otros argumentos, la periodista española veía en las misteriosas iniciales que acompañaban a su firma, S.V.S., la abreviatura de Soy una Señora: un mensaje codificado para revelar su verdadera identidad de género. Homenajeando la creativa historiografía de María Dolores de la Fe, el dúo musical Hidrogenesse publicó en 2020 la canción S. U. S. (Colón era una mujer), la cual se convirtió en elemento central de la banda sonora de nuestra investigación. Combinando esta delirante especulación con la hipótesis de la nacionalidad gallega del navegante, sugerida en la Cabria de Vites, la figura de Colón se perfiló como la de una mujer gallega. Si Colón no estuviera tan asociado a nociones de violencia y horror coloniales, habría sido fascinante (y divertido) especular sobre esta posibilidad en este contexto. Pero es su figura histórica la que debe ser reescrita, en vez de efectuar un posible cambio de identidad nacional y de género. Ahora bien, al exponerse a semejantes delirios historiográficos —que se superponen a las lecturas cristalizadoras de una tierra idealizada de humedad y ruralidad ancestral—, este territorio revela una apertura a nuevas mitologías y narrativas tan fantásticas como plausibles.
La Cabria, construida con pesados troncos de eucalipto y cuya compleja y ardua instalación planteó serios problemas a la capacidad logística del equipo técnico de la Galería Municipal, se localizaba materialmente en el epicentro del drama ecológico que está teniendo lugar en el norte de Portugal y Galicia. Estos territorios se han visto gravemente afectados por el monocultivo del eucalipto, un árbol importado para la producción rápida de pasta de papel, lo cual empobrece la tierra y la hace más vulnerable a incendios masivos. El retrato de estos bosques inflamables compuestos de árboles esbeltos de aroma balsámico en torno a los cuales no crece casi nada más, se mostró junto a la Cabria en formato de instalación durante la proyección de Lo que arde (2019), de Oliver Laxe. La película arranca con una vista nocturna de un bosque de eucalipto que ha sufrido un incendio, iluminado por los potentes faros de los tractores cortando los árboles quemados. Entre el lirismo y la realidad, la belleza y la devastación, emerge otra faceta de este complejo norte de paisajes antropogénicos formados por tierras que sufren. A su alrededor, figuras mitológicas, quimeras de mujeres y caballos pintados de blanco y negro por Mariana Barrote en su mural de la Galería Municipal, celebraban la coexistencia (a través de sus danzas y movimientos de luz) de la vida animal y el deseo de una regeneración ecofeminista en la que se fusionen una expresividad gráfica y performativa, imaginería cinemática y referencias estéticas con los ancestros prehistóricos.
Las especulaciones iniciales sobre lo que constituiría el terreno, el espíritu y la imaginería de Norte Silvestre e Agreste se han materializado a través de las obras presentadas, en una combinación de nuevas comisiones y la exposición de obras ya existentes. Cuando las ideas que contenía el documento de Word estuvieron debidamente enumeradas y la lista de obras y artista fue más sólida y estable, la compartí con Patrícia Vaz, directora de producción de la Galería Municipal de Oporto. Bien por descuido, por prisa, por exceso de confianza o quizá por una combinación de las tres cosas, no le cambié el título al documento. De ese modo pasó de ser un chiste privado a ser el título oficial de este tributo a un norte que se enorgullece de ser salvaje, agreste y obviamente severo, y cuyos artistas ilustran, a la vez que desmontan, los tópicos de aquellos que piensan que la severidad y el gris granito del cielo, las casas y la tierra son una realidad permanente de la región septentrional.
Filipa Ramos, mayo de 2024
«Demons, dilemmas and deaf ear», un poema de Juan Luís Toboso, 2024
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